PADRES
E HIJOS / ENTREVISTA
«Si quiere un hijo miedoso, protéjale y resuelva sus
problemas»
Día 14/04/2014 - 09.58h
José Antonio Marina dedica su último libro, «Los miedos y
el aprendizaje de la valentía», a padres y profesores
ISABEL
PERMUY
Que
el filósofo José Antonio Marina reconozca que «todos tenemos miedos» puede
resultar tranquilizador. Aunque haya un matiz que las personas, según este
investigador, deberíamos tener claro. «Hay miedos que nos protegen y miedos
que nos destruyen. Estos últimos son nuestros enemigos y como tal hay que
declararles la guerra». Esta batalla de Marina está especialmente dirigida
a los niños, porque sus miedos, asegura, «pueden llegar a entorpecer su
desarrollo». Sobre cómo enseñarles a afrontarlos y vencerlos versa su último
libro, «Los miedos y el aprendizaje de la valentía»,
toda una pedagogía del coraje.
—Dice usted que hay
miedos que nos protegen, y miedos que nos destruyen. ¿Por qué a veces consigue
dominarnos el miedo?
—Porque es muy
astuto, es muy sutil, nos engaña con mucha facilidad. Engaña porque nos
presenta como solución justo aquello que hay que evitar, que es la huida. Y con
muy buenas razones. Por ejemplo: una persona a la que le da miedo ir a una
fiesta, en vez de decir "me da miedo la fiesta", lo que piensa es
"si va a ser muy aburrida, para qué voy a ir, además no tengo que ponerme,
y encima que bien, porque dan una pelicula en la tele". Acaba no yendo, y
su decisión le tranquiliza momentáneamente. Pero la soledad es un antídoto
falso contra el miedo social. Falso porque en realidad lo está alimentando. Al
miedo hay que tenerle verdadero odio. Hay que declararle la guerra.
—Este libro está
dedicado a los miedos infantiles y adolescentes. ¿Qué tenemos que ver los
padres en los miedos de nuestros hijos?
—Mucho. Los padres
deben intentar no transmitir sus miedos al niño, porque los miedos se copian.
Otras veces los niños aprenden los miedos porque se los contamos. Les damos
demasiadas advertencias del tipo: «No hagas esto que es muy peligroso», lo que
hace que los pequeños vayan teniendo la idea de que viven en un mundo hostil
lleno de peligros, donde lo mejor es no salir mucho al exterior. Es decir, si
usted quiere un hijo miedoso y vulnerable, protéjale, resuelva sus problemas, déle
ejemplos de cobardía... En las familias se aprende el modo de enfrentarse a los
problemas, que es un componente muy importante de la valentía. La valentía en
realidad significa: «Me molestan los problemas como todo el mundo, pero procuro
enfrentarme a ellos». En cambio las conductas de evitación favorecen el miedo.
Y muchos niños aprenden las conductas de evitación en sus familias.
—Por contra, ¿qué
podemos hacer los padres para criar hijos valientes?
—Lo importante es que
el niño no aprenda miedos exagerados o peligrosos para él. Eso se puede
conseguir demostrándole que vive en un ambiente seguro, que no todo el mundo es
malo, que el mundo es previsible (mediante unos ritmos estables de vida...).
También no provocándole experiencias de miedo injustificado, ni asustándolo. Y
por supuesto, premiando todas las conductas donde el niño demuestre algo de
valentía.
—¿Cómo actuamos, en
cambio, cuando detectamos un miedo en nuestro hijo?
—Lo primero es no
quitarle importancia. Da igual que sea miedo o que viene lloroso porque no le
han invitado al cumpleaños de su amiguito. No son cosas de niños. Para el niño
en ese momento es muy importante porque está ocupando toda su conciencia. Es
muy conveniente que las primeras palabras que aprenda el pequeño (a los dos o
tres años) sean palabras que tengan que ver con los sentimientos, tanto de
tristeza como de alegría. En el momento en que puede hablar de ellos,
verbalizarlos, comunicarlos... también conseguirá tranquilizarse. Hay que tener
en cuenta que el niño se asusta cuando no sabe qué le pasa. Si, definitivamente
debemos hablarles y conviene mucho que ellos hablen también de sus miedos. Los
padres tienen que tener paciencia para escucharles cuando hablan de esto o de
cualquier sentimiento que les perturba. Es importante también que sean conscientes
de que cuando tienen la primera noticia de los miedos de su hijo, no es el
momento de dar consejos, sino de acogerlo y confortarlo. Cuando esté calmado,
podremos hablar de ello. Convendría entonces preguntarle qué solución se le
ocurre a él. Los niños tienen ideas estupendas. Además, esta es la forma de
enseñarle a afrontar los problemas.
—La timidez y las
dificultades en las interacciones sociales de los niños aparecen en su última
obra como el problema más frecuente e importante de los menores. ¿Cuáles son
los procedimientos para luchar contra esto?
—Los procedimientos para luchar contra
la timidez pasan por no sobreproteger al niño, porque eso favorece las
conductas de evitación y las premia. También por no colaborar con su miedo,
permitiéndole que viva en permanente retirada. Y por intentar corregir las
explicaciones que se da acerca de su miedo. Sería conveniente ayudarle a
mejorar sus habilidades sociales, favoreciendo las ocasiones de exposición al
«peligro» (invitando amigos a casa, animándole a que inicie interacciones,
etc). También ponerle pequeñas tareas en las que pueda triunfar y elogiar sus
éxitos... Es importante combatir la timidez porque esta priva al niño de uno de
los grandes antídotos del miedo, que es la amistad y una buena interacción con
sus iguales.
El miedo al colegio
—En «Los miedos y el
aprendizaje de la valentía» usted cita el miedo a ir a la escuela de
determinados niños como otro gran problema en aumento. ¿De dónde nacen y cuál
debería ser aquí el papel del docente?
-De que son niños que anticipan
consecuencias desfavorables: los compañeros se van a reir, les van a regañar,
no van a saber contestar, voy a ser más torpe que los demás... Por alguna
razón, estos chicos detectan algún elemento amenazador donde otros no lo ven. Las
dificultades de aprendizaje causan muchas preocupaciones. Algunos niños llegan
a hacer novillos porque les da miedo no aprender. Estos miedos se podrían
achacar a una mala acción del docente. Lo más importante es que estos no caigan
en esa tentación de utilizar el miedo, porque es muy fácil hacerlo. Los
docentes tenemos que estar alerta porque con frecuencia los niños salen de la
escuela sabiendo con certeza para qué no sirven, pero sin tener una idea clara
de sus fortalezas. Y eso puede provocar un sentimiento crónico de no poder
enfrentarse a los problemas. Con mucha frecuencia se utiliza el miedo como
herramienta pedagógica pero la escuela tiene que ser un ámbito alegre y un
ámbito de confianza. Esto no se nos debe olvidar nunca.
«El
mayor miedo de los adultos es a la evaluación de la mirada ajena»
Marina apunta «al
miedo a la evaluación o a la mirada ajena, al que estará pensando el otro de
ti, a defraudar», como el problema que más afecta a los adultos. Eso, indica
este investigador, «es lo que hace que muchas personas no se atrevan siquiera a
ir a comer en público, o a pedir un aumento de sueldo, o a reclamar el dinero
que hace tiempo le prestamos a un amigo. Esto en algunas personas llega hasta
extremos inconcebibles. Les da vergüenza protestar en una tienda, aunque les
hayan cobrado de más. No son miedos patológicos pero son miedos que dificultan
mucho la vida».
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