Todos conocemos el vertiginoso salvajismo que los nazis emplearon en exterminar al pueblo judío.

Y aunque algunos verdugos lograron encontrar una justificación o anestesiar su conciencia, otros no pudieron eludir, en su propia carne, los efectos psicológicamente más perturbadores de aquellos actos en los que de un modo u otro tomaron parte y, en palabras del autor, tuvieron que "penetrar en ese minuto pavoroso en que todo hombre debe rendir cuentas con la eternidad o con la pura nada."
Menéndez Salmón, con mirada desapasionada y lenguaje, en ocasiones rebuscado, nos presenta a uno de esos hombres. Otra víctima.
Una buena novela con un final mejor aún.
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