jueves, 29 de noviembre de 2012

Relatos ganadores del concurso de microrrelatos de terror

Ganadora de la categoría 1º-2º de ESO



Mirada invisible

La oscuridad me rodea y siento sus pupilas clavadas en mí.  Enciendo la luz, pero no hay nadie en la habitación. Él cree que no puedo verle y me vigila. Yo le noto. Percibo que está allí, que controla mis movimientos, que cambia de lugar mis cosas.  Camina detrás de mí, como una sombra invisible. Quizás es porque le maté, pero le odiaba. No podía hacer otra cosa.  Sigue allí, pero no se mueve. Su mirada me intimida, me hace sentir culpable. Quiero que me deje en paz, que no me siga torturando con su presencia invisible.  Me escondo bajo las sabanas, aunque sé que él seguirá allí, que no dejará de atormentarme mientras siga viviendo.  Me quedo completamente quieto y contengo la respiración, para que piense que he desaparecido, que por fin ha cumplido su propósito. El tiempo pasa muy lentamente. Se me clava en los oídos. Y yo sigo allí, intentando desaparecer.

Pero sigo notando su mirada, que me congela. Escucho mi nombre en un susurro y un escalofrío me recorre de pies a cabeza. Y en esos ojos invisibles tan gélidos, noto el brillo de la muerte.   


Laura López López, 2ºF







Ganadora de la categoría 3º-4º de ESO




Acababan de revelar las fotos y se abalanzaron sobre la número catorce, la que se habían sacado el último día de vacaciones en el puente. No habían mentido, todos habían salido bien, todos menos Manuela, salía borrosa pero sonreía, sujetando a sus espaldas el ramo, el que acababan de lanzar en memoria suya.



Sabina Moreu Baldellou  3ºE





Ganadora de la categoría Bachillerato-Ciclos




Ya llegaba tarde;  las ocho y cuarenta. En 10 minutos tenía que hacer lo que normalmente hacía en 20. Se pondría bueno su jefe, pero es que el insomnio que tenía últimamente le estaba jugando malas pasadas. Cruzó la avenida a toda prisa. ¡Dios, dichoso tráfico, esa maldita calle siempre estaba igual, fuera la hora que fuera!

 Ya iba a girar la esquina cuando vio el bullicio de gente que se agolpaba junto a un camión parado en medio de la calzada que acababa de cruzar. ¿Un accidente? Ni siquiera se había enterado, así de absorta iba. A pesar de la hora no pudo evitar retroceder unos metros para ver qué es lo que pasaba. La curiosidad siempre fue una de sus debilidades. Un señor un tanto obeso, secándose el sudor de la frente,  se disculpaba  relatando lo ocurrido.  Un accidente mortal- dijeron. Se estiró un poco y pudo ver, por encima del gentío, un cuerpo desmadejado y retorcido tendido en el suelo.  Vestía  un abrigo gris de punto y un gorro de lana morada  teñido de rojo por la sangre. ¿La conoceré?- se preguntó. Quizás; ese barrio no era muy grande, pero ahora no podía perder más tiempo.

Echó a andar a toda prisa y volvió a mirar su reloj. Habría perdido cinco minutos más pero el reloj no había avanzado. ¡Vaya! Sólo  faltaba que se estropeara el dichoso reloj. Al menos, ya tengo excusa en el trabajo-pensó sonriendo.  Se relajó respirando profundamente y decidió pararse, como cada mañana, en el espejo que se encontraba a la entrada de los grandes almacenes.

 Fue entonces cuando sintió un viento helado que  erizó su piel.  Se miró  en el espejo y,  horrorizada, se dio cuenta de que llevaba puesto el mismo abrigo gris de punto y el  gorro de lana morada que acababa de ver  en la mujer del accidente. Giró un poco la cabeza y el pánico la sacudió al ver la sangre que empapaba su pelo.  De pronto recordó y supo que el mundo se había parado en el mismo momento en que aquel camión la había atropellado.


Susana Gavilán García  Ciclo Formativo Superior

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