miércoles, 28 de septiembre de 2016

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE ROALD DAHL



ESTE MES SEPTIEMBRE CELEBRAMOS…

EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE ROALD DAHL



Si Roald Dahl estuviera entre nosotros, este mes habría cumplido 100 años. Y seguro que se lo habría tomado con muy buen humor.

Este escritor británico de origen noruego, fue autor de numerosos libros infantiles, muchos de los cuales se han mantenido como favoritos entre generaciones de lectores, como Charlie y la fábrica de chocolate o Matilda. Su humor negro, la combinación de pequeños adorables y adultos malignos, y a la inversa, relatando escenas de lo más grotesco y a veces surrealista, hacen de las obras de Dahl una delicia para niños y mayores. 

Para hacerle un homenaje y animaros a que sigáis descubriendo la interesante obra de Roald Dahl, os sugerimos un listado de libros del autor, indicando de cuáles de ellos se ha realizado una adaptación al cine, por si preferís el libro, la película o ambas cosas. 


NUESTROS RECOMENDADOS

Los gremlins (de cuya idea partió la película que todos conocemos, aunque sólo como fuente de inspiración. Los monstruitos de Dahl eran mucho más adorables)





  • Charlie y el gran ascensor de cristal (secuela de la novela anterior)

  • Danny el campeón del mundo 




  • Cuentos en verso para niños perversos 

  • Historias extraordinarias

  • Relatos de lo inesperado 

  • Sin olvidarnos de sus estupendas novelas autobiográficas Boy: relatos de infancia, y Volando solo, sobre su paso a la vida adulta. 



Os dejamos un fragmento de Boy, uno de los libros favoritos de los bibliotecarios.


[…] Durante mi primer curso había un chico en nuestro dormitorio llamado Tweedie que una noche, al poco rato de quedarse dormido, se puso a roncar.

-¿Quién está ahí charlando? – gritó la celadora, entrando de repente.

Yo tenía la cama cerca de la puerta, y recuerdo que la miré desde mi almohada y la vi allí erguida, perfilándose en la luz que llegaba del pasillo, y pensé que su aspecto era realmente aterrador. Creo que lo que más me amedrentaba era su pecho colosal. Tenía los ojos clavados en él, y para mí era como un ariete, o como un par de bombas de alta potencia explosiva. 

-¡Decídmelo! -chilló-. ¿Quién estaba hablando? 

Silencio general. Y entonces Tweedie, que se hallaba profundamente dormido, de espaldas y con la boca abierta, emitió otro ronquido. 

La celadora fijó la mirada en Tweedie.

-Roncar es un hábito enojoso –dijo-. Sólo ronca la gente de clase baja. Vamos a darle una lección. 

No encendió la luz; entró en el dormitorio y cogió una pastilla de jabón del palanganero más próximo. Siempre llevaba unas tijeras colgadas de una cinta blanca a la cintura, y con ellas se puso a raspar laminillas de jabón, recogiéndolas en la palma de una mano. Luego se acercó al desdichado Tweedie y con mucho cuidado dejó caer las raspaduras en su boca abierta. Tenía un buen puñado y yo pensé que no iba a acabar nunca. 

“¿Qué sucederá ahora?”, me preguntaba. ¿Se ahogaría Tweedie? ¿Moriría asfixiado? ¿Se le atragantaría el gaznate por completo? ¿Es que aquella mujer iba a matarlo? 

La celadora retrocedió unos pasos y cruzó los brazos sobre el pecho, o, más bien, debajo de su inmensa mole, habría que decir.

No pasaba nada. Tweedie continuaba roncando. 

Hasta que de pronto […]

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